¡Mañana empiezo!

Este tema debí escribirlo, hace tiempo, pero siempre tuve un pretexto: lo haré más tarde, mañana, después, cuando tenga tiempo…

¿Cuántos agobios y pesares hemos tenido porque se acerca la fecha límite y seguimos sin poner manos a la obra?, ¿cuántas veces nos hemos propuesto gestionar mejor el tiempo? Me pregunto ¿cuáles son las causas de estas demoras voluntarias pero irracionales cuando tenemos una obligación con fecha de caducidad?

Ante una tarea nueva, o compleja, surge la incertidumbre, ¿podré realizarla?, ¿cómo empezar?, ¿mejor así o asá?  Y así, poco a poco, vamos armando la “huida” y sin siquiera darnos cuenta llegamos a la fatídica decisión de: “mañana empiezo”. Parece que todas las personas tendemos a postergar determinadas tareas. A veces porque nos parecen demasiado pesadas o difíciles de realizar y otras, por simple pereza o desidia.

Y entonces la postergación termina convirtiéndose en un problema que, en muchos casos, nos priva de que alcancemos nuestros objetivos, nuestras metas; que caminemos hasta nuestra propia realización.

La mejor manera de librarnos del “mañana empiezo” es aprender a hacer conciencia de que postergamos ciertas tareas. ¿Cuáles? Solo cuando sepamos cuáles y asumamos la situación podremos combatirla. Organizar el tiempo, señalando las tareas prioritarias del día y, al término, evaluar lo que hemos logrado. Poner un alto a todo aquello que no tenga que ver con los objetivos que queremos alcanzar.

Y por último me atrevo a decir que, si alguna vez postergamos una tarea, que sea eso: “alguna vez” y nada más, entonces que sea con intención y alevosía, y asumiendo las consecuencias.

Zoila Isabel Loyola Román

ziloyola@utpl.edu.ec