Pasquín y las voces en la sombra

Los pasquines en el mundo de hoy, son textos anónimos, usualmente satíricos, en los que se denuncia asuntos comunes, y que se fijan o entregan en lugares públicos para su lectura.

La práctica es vieja. Pasquino, se dice, era el nombre de un artesano en cuyo taller se encontró la estatua que heredó su nombre. Es un torso, y nadie sabe a ciencia cierta qué personaje de la mitología retrataba.  Pasquín, para la Roma del siglo XVI, era una estatua hablante porque sobre su cuello y torso principalmente, y después en sus alrededores, pegaban textos anónimos en los que se condenaba a la autoridad pública. La gente necesitaba expresarse, decir, denunciar, criticar, objetar, a tal punto, que en Roma hicieron falta otras estatuas en otros barrios para que sirva de tribuna silenciosa en la cual depositar su voz en protesta.

La Roma de Pasquín parece muy lejana, sin embargo, su realidad no dista en extremo del mundo del ruido y del silencio de hoy. El Ecuador del siglo XXI, sumido en tiempos de tanta confusión electoral y social, todavía tiene mucha gente, muchos barrios, muchas comunidades condenadas al silencio, al anonimato, al exilio de la oscuridad. En medio del ruido generado por los medios masivos de comunicación, por los formatos enajenantes del entretenimiento, hay quienes todavía no tienen voz, no tienen rostro, no tienen su porción indispensable para reconstruir lo descompuesto y levantar sobre ella la esperanza de la dignidad.

En la era de la hiperconexión, hay quienes todavía quedan fuera de juego, y por esos intersticios hay que seguir luchando.

Pablo Vivanco Ordoñez

pablojvivanco@gmail.com