La huella escondida

Loja antes de su fundación ya existía. La historia oficial narra desde que los españoles se asentaron en esta porción de tierra, sin embargo, este era un espacio que ya había sido habitado por indígenas de la zona, que con el tiempo fueron no solo desterrados sino completamente exterminados.

Loja era india y esa huella ha querido esconderse. América Latina se ha construido con el arrastre imaginario de desprecio a los pueblos originarios -a los desaparecidos y a los existentes-, con una visión paternalista, que los cataloga, los etiqueta, los aglutina, y, por último, les exige una ‘forma’ de ser en el mundo, una ‘forma civilizada’.

Loja no es ajena a ese proceso de intentar desmarcarse de lo que algún día fue, un territorio indígena. La región no es ajena al proceso de “blanqueamiento”, proceso al que Bolívar Echeverría lo caracteriza como ese proceso a través del cual se gesta una imagen donde los rasgos predominantes son el del europeo y, por tanto, se busca la reproducción de esas formas que habitan en el mundo cotidiano.

Los procesos de autoafirmación de lo que pretenden ser (blancos, cultos, económicamente rentables, socialmente reconocidos) son comunes en una ciudad como esta, y las escisiones que se generan son relevantes para el análisis.

En las últimas elecciones, el candidato más votado para la Asamblea Nacional por esta ciudad, fue el representante indígena de Pachakutik, quien logra romper con una vieja lógica de cacicazgos y de representaciones urbanas, y logra, aunque momentáneamente, bloquear las reacciones racistas. 

Pablo Vivanco Ordoñez

pablojvivanco@gmail.com