El relato de la fundación de las ciudades en América Latina, tiende a hacernos creer que antes del acto de fundación, las tierras que hoy habitamos eran baldías, desiertas, sin gente. Es un relato que apela al olvido, porque se produce un vaciamiento de la historia de lo que fue, de lo que hubo. Ningún acto fundacional es puro, pues siempre hay detrás de ellos, conflictos y resistencias que no pueden ocultarse.
Como refiere Galo Ramón Valarezo, la Loja de hoy fue el lugar donde se encontraron delegaciones paltas, garrochambas, calvas, malacatos, ambocas, porque el actual San Sebastián, lugar plano y entre ríos, tenía condiciones óptimas para la producción agrícola.
Antes de ser la Loja de la fundación, fue el Valle de Cuxibamba, y también el Valle de Chunga Acaro, que se dice fue líder y organizador de las delegaciones indias que provenían de otras latitudes. La fundación española de la ciudad despojó de sus tierras a los grupos que estaban en San Juan del Valle y de San Sebastián, los convirtió en mano de obra, y rompió el sistema organizativo que se tenía.
La Loja de hoy no puede hacerse sobre la negación o el oscurecimiento de lo que se fue y de lo que hubo. Nuestra historia no puede hacerse con retazos de memoria y de olvido. Debemos contarnos nuestro propio “cuento de la patria” sin esconder sus desencuentros, las muertes y las disputas. Este fue un lugar de encuentro entre diversos, el espacio que albergó a muchos de muchas latitudes, y que sirvió para el sostenimiento de la vida de poblaciones vecinas. De ahí venimos, esa es nuestra historia, la que con frecuencia no se pronuncia en los actos de fundación.
Pablo Vivanco Ordóñez
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