Orden y limpieza…

Desde que tengo uso de razón, la casa de mis padres siempre estuvo –y lo sigue estando– limpia y ordenada, con cada cosa en su sitio, todo bien puesto. Con un aroma y una frescura que se percibían con tan solo ingresar. Hoy sucede exactamente igual. Detrás de todo ello estaban y están las manos y energías de mamá, quien me inculcó desde muy niño mi predisposición al orden, la limpieza y la disciplina. Aunque parezca exageración, mi madre cada vez me recuerda como anécdota, que de niño lloraba cuando veía que la casa no estaba del todo ordenada. Claro que yo, en mi inocencia, ignoraba que eso se debía a una circunstancia muy pero muy excepcional y, por supuesto, temporal. 

Por eso será que hoy, cuando ya la adultez me asiste, que procuro ser tan pulcro y ordenado como cuando dependía enteramente de mamá. No recuerdo en mi vida, por ejemplo, haber asistido con zapatos sucios –ni siquiera un poco– a la escuela o al colegio. Siempre los lucí impecables, así como el resto del uniforme. O haberme dedicado en la mesa a distracciones cuando se trataba de servirse los alimentos. O, inclusive, haberme predispuesto a dormir sin antes haberme sometido al ritual de aseo. Jamás. Mis hermanos y yo siempre tuvimos claro el panorama de cómo debíamos proceder y comportarnos según el momento, el espacio y la actividad. Y con esto no pretendo parecer ejemplo de nada ni nadie, aunque sí agradecerle a mamá porque esto, que parece asunto menor, ha tenido un impacto muy positivo en mi decurso vital.

En todo caso, no hay duda de que la limpieza y el orden no solo son sinónimos de salud y vida, sino de bienestar familiar, personal, físico, mental y emocional. Acaso porque el orden y la limpieza equilibra el espacio donde se habita, su distribución y su acoplamiento a nuestras necesidades y realizaciones. ¡Da gusto cuando cada objeto está en su lugar y fácilmente se lo encuentra! ¡O cuando no se advierte polvo o impurezas sobre alguna superficie! Porque… en definitiva, el orden y la limpieza nos hacen sentir mejor, más a gusto mientras existimos y cohabitamos. Incluso nos hace mejores personas.

José Luis Íñiguez G.

joseluisigloja@hotmail.com