En Navidad se encienden todas las luces, se compran todos los regalos, se reciben todos los aguinaldos, se gasta hasta lo que no se tiene, para cumplir con todos los compromisos. Pero al mismo tiempo hay otra cara y otras circunstancias que casi nunca se muestran de la Navidad. En medio del fuego cruzado de la publicidad y los festejos que agobian, experimentamos esa sensación de que, la Navidad dista de la serenidad, del perdón, de la reconciliación y del amor.
Si la Navidad es época de paz, de reconciliación, de amor, ¿por qué, entonces, cuando esta se avecina experimentamos sensaciones que distan de la serenidad, del perdón y del amor?
La excitación consumista, esa euforia maniática del correr buscando qué voy a regalar, y qué voy a recibir como regalo, ¿tiene sentido?, ¿permite vivir el espíritu navideño?
¿Cómo es la Navidad para los que están en guerra; para los exiliados, encarcelados; para los habitantes de la calle; para los que padecen hambre, injusticia; para los que están solos, tristes o abandonados; para los que no tienen nada, ¿para los que nada esperan?
Hay otra cara de la Navidad, en donde se puede encontrar la felicidad como armonía y coherencia entre lo que siento, pienso, hago y digo; en donde se puede encontrar la dirección y el sentido que tiene sentido: el sentido de paz, de reconciliación, que se da en un abrazo, en un beso, en una mirada; en un apretón de manos en donde apostamos la vida.
Será Navidad si permitimos renacer la fe, la esperanza y el gozo para encontrarnos con el verdadero Amor y con ese niño que fuimos, que rezó novenas, cantó villancicos, cultivó virtudes y bondades y que tiernamente abrazó el pesebre con la certeza que ha nacido el Amor.
Zoila Isabel Loyola Román
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