Entre la conveniencia partidista y la conveniencia política

La Asamblea Nacional no solo es el lugar donde se entremezclan las ideologías y las banderas políticas, sino el espacio donde conviven dos especies de legisladores. Los primeros, que están promovidos por el interés social y responden sus votos coherentemente con el pensar del pueblo. Los segundos, y ya identificados, que son afectuosos con el partido y las decisiones de su líder antes que con sus votantes.

Si se revisa la primera sesión de la Asamblea Nacional y la pugna para alcanzar la presidencia del órgano legislativo se constata esas dos clases de parlamentarios y la convergencia de la conveniencia partidista y la conveniencia política en un escenario donde la dirección de ese cuerpo colegiado será determinante a la hora de fiscalizar.

Afortunadamente la política partidista, encaminada a ganar espacios de poder para dominar o controlar antes que servir, no triunfó. Los fieles partidarios no les importó aceptar los requisitos que otras bancadas imponían con tal de asegurarse más poder. No llegaron a discernir que las condiciones de un partido como impunidad o beneficios son paralelamente las razones que deben impulsar su tarea de legislar y fiscalizar.

Pactar entre bancadas es admisible en la medida de que se acuerde una agenda que solucione los problemas sociales y económicos, y de respuesta a las exigencias de la colectividad a través de la creación de leyes y de cumplimiento del rol fiscalizador.  Lo que es inadmisible es acordar para solucionar los problemas de los compañeritos inescrupulosos.  Que gane el pueblo y no un partido con los representantes hoy electos para dirigir la Asamblea. Que sean afectuosos con el pueblo y no con la bancada.

Carlos Orellana Jimbo

ab.carlosorellana@hotmail.com