Claro que los docentes diseñamos actividades ricas en contenido literario, las estrategias empleadas son didácticas, creativas, incitan a la reflexión, al análisis, a la emisión de opiniones críticas, despertar el interés de nuestros estudiantes y provocar emoción se ha convertido en un reto; sin embargo, no parece suficiente, los estudiantes leen, pero no comprenden lo que leen, responden a preguntas, pero no analizan los contextos, ¿les gusta leer? ¿cuándo fue la última vez que leyeron un libro sin cansarse? ¿qué hacen los padres en casa para inculcar este hábito?
Durante los últimos años las prácticas de la lectura han cambiado, desde los formatos hasta los tiempos dedicados a ella. Vivimos en el mundo de la inmediates, todo nos distrae, nos desespera y pasamos urgente de una cosa a otra. Los dispositivos electrónicos y medios digitales han afectado la manera de relacionarnos con los textos de lectura.
La lectura ocasiona un profundo impacto en el desarrollo de las personas, nos permite comprender el sentido figurado y literal, nos permite transmitir la posición ideológica de la cual se habla, investigaciones recientes demuestran que existe una nueva generación de analfabetos funcionales que interpretan los códigos para descifrar palabras, pero no pueden comprender lo que se dice en el texto.
Es paradójico darse cuenta que en la era de la información las personas prefieren vivir en la ignorancia, el prejuicio, o la ilusión de la verdad.
Patricia Carrión Pilco