La elección presidencial ha dejado una herida abierta en la convivencia ciudadana, y como en toda democracia se impuso la voluntad de las mayorías. Para quienes profesamos la fe, Semana Santa constituye un tiempo de recogimiento, de perdón, de silencios que hablan y de miradas que piden reconciliación. Sin embargo, seguimos escondidos tras una pantalla, golpeando con palabras cargadas de desprecio, acusando al país de “elegir mal”, anunciando tragedias como profetas del caos: “Cuando no haya medicinas, ahí se van a arrepentir”, “Cuando falte la inversión, no se quejen”. Como si desear el fracaso del país validara sus puntos de vista.
¿No nos damos cuenta de lo que sembramos? Cada palabra hostil que lanzamos en redes, cada insulto disfrazado de opinión, es una espina más en el tejido social. Ya no se trata de un presidente o un partido, se trata de Ecuador, de nuestros hijos, abuelitos, escuelas, hospitales, trabajos, sueños.
No se trata de aplaudir ciegamente ni silenciar las críticas, pero sí de debatir con altura, cuestionarnos y plantear alternativas. ¿Cuándo dejamos que el país se convirtiera en un ring de insultos, donde parece que el deporte nacional es desear que al otro le vaya mal?
Nuestro país necesita menos resentimiento y más reconciliación. Necesita ciudadanos que entiendan que, haya o no ganado “nuestro” candidato, igual debemos levantarnos a trabajar, a educar, a servir, a construir. Porque si al país le va bien, nos va bien a todos. Y hoy más que nunca, necesitamos volver a lo esencial. Semana Santa nos recuerda que la redención viene del sacrificio y del perdón. Nos recuerda que el odio no lleva a la resurrección. Es tiempo de cerrar heridas, frenar las peleas virtuales, desear lo mejor, aunque pensemos distinto. Ya vendrán nuevas elecciones y llegará la historia con su veredicto. Por ahora, rememos juntos sin olvidar que, quien desea ver arder la casa para decir “yo tenía razón”, también se quema con ella. Que esta Semana Santa nos encuentre reflexivos, humildes, y capaces de respetar la voluntad popular.
Lucía Margarita Figueroa Robles
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