Teresa Loayza Freire cuenta que los pasajeros de la empresa TAC vivieron tres minutos de terror. Dice que Dios le dio una segunda oportunidad. Exhorta al Municipio a ejercer un mayor control.

“Virgencita del Cisne, ayúdame, dije, y de pronto una cortina se presentó a mi lado”, expresa entre sollozos Teresa Esperanza Loayza Freire, de 57 años de edad, sobreviviente del fatal accidente de tránsito, ocurrido el último viernes, 6 de diciembre de 2024, en la vía Loja-Catamayo, que deja al momento un saldo de 18 fallecidos y 17 heridos.
No llegó 30 minutos antes
Casada, madre de tres hijos y oriunda del cantón Atahualpa, de la provincia de El Oro, en la tarde de ese día, salió de la parroquia lojana Santiago, donde es gerente de la Estancia Alcívar, un lugar turístico y de atención al público. La idea de reencontrarse con su familia en las ciudades orenses, Piñas y Zaruma, la animó mucho. A las 15:30 se despidió del personal y abordó un vehículo particular, cuyo conductor la dejó en el andén de la terminal terrestre Reina del Cisne, de la ciudad de Loja.
Llegó a la estación a las 16:30 y esperó la unidad de la empresa TAC que la movilizaría hacia su destino final. Lo primero que notó allí es que el bus llegó 10 minutos antes de la hora de partida: las 17:00, cuando todo automotor lo hace media hora antes. Luego, vio al conductor y le generó una cierta desconfianza.
El carro partió lleno de pasajeros. Un señor iba de pie. Tenía previsto ir solo hasta Catamayo. Todo iba bien hasta que un poco más allá de la urna de la Virgen del Cisne, se escuchó un estruendo enloquecedor debajo del bus y seguidamente empezó a cobrar más velocidad y en ese vértigo se escuchó una voz agitada desde la cabina: “Nos quedamos sin frenos y preparémonos para lo peor”.
Cundió el pánico
Teresa Esperanza, casada con Alcívar Saca Montoya, también emprendedor lojano, en su asiento número 12, pensó que el carro se detendría porque el chofer maniobraba la palanca de cambios, tratando de frenar a la máquina, pero, ya no respondía, es decir, la pesada unidad se deslizaba sin control alguno, alimentada por la empinada vía.
Luego, la gente empezó a gritar desesperadamente hasta que el carro, a eso de las 17:40, se viró a un costado de la carretera, en medio de los interminables lamentos, ruido de latas y explosiones masivas de vidrios. Teresa perdió la noción de tiempo y espacio. Hasta que volvió en sí. Estaba de pie en medio del bus y, entonces, pudo ver la enorme tragedia: muertos, heridos, gritos de dolor, llantos de niños y adultos.
La sobreviviente fue ayudada por otros pasajeros y, aunque con lesiones, salió caminando de la unidad y en la calle el conductor de una camioneta doble cabina, junto a siete heridos más, incluidos niños, la condujo hacia el centro de salud de Trapichillo, en Catamayo, donde fue atendida por los galenos, a quienes agradece sobremanera.
Tres minutos de terror
Cuenta que, a partir del estruendo debajo de la unidad, pasaron alrededor de tres minutos, que se convirtieron en una pesadilla de siglos, donde el terror y la desesperación los atrapó hasta que, finalmente, tras pasar una cuneta, se viró al costado izquierdo de la vía. No quiere ni pensar la sobreviviente si el bus se volcaba a la parte derecha porque todos habrían ido al precipicio.
Teresa Esperanza, quien superó un cáncer de seno por tres ocasiones, a medida que iban pasando los minutos y ya en la casa de salud de Trapichillo, empezó a sentir dolores en el cuerpo, su pierna tenía una profunda herida, aparte de otros golpes.
Durante este lapso se contactó con sus hijos, su esposo. Pronto las llamadas telefónicas fueron reiterativas. La familia de Piñas, de Zaruma, sus amistades se comunicaron con ella y hasta hoy lo siguen haciendo y también la visitan en su domicilio, ubicado en la calle Mercadillo y Sucre.

Un llamado a las autoridades
Teresa Esperanza Loayza Freire, quien piensa retomar sus actividades en la Estancia Alcívar, de Santiago, en unos 15 días, dice que tras el siniestro le quedó un profundo dolor en el alma y no puede conciliar el sueño de manera normal porque por su mente cruza el aciago recuerdo de la tarde del 6 de diciembre de 2024.
Solicita a las autoridades, especialmente del Municipio de Loja, a controlar de mejor manera las unidades de servicio público, así como a los conductores, para que este tipo de tragedias no se repita en Loja. De manera particular, exhorta a los agentes de tránsito a ser más responsables porque aquel 6 de diciembre, a las 16:30, llegaron a la terminal y, lejos de revisar las unidades, optaron por chatear en sus celulares.
“Sigo viva, Dios me dio una segunda oportunidad para seguir de pie, para salir adelante, gracias a la Virgen del Cisne”, expresa la sobreviviente, quien reitera su agradecimiento a la gente que la llama y que diariamente la visita en su domicilio, en los altos de Almacén Alcívar, en pleno centro de la ciudad de Loja.
VOZ
Siempre que viajo a la parroquia Santiago veo a agentes de tránsito chateando en sus celulares”,
Los choferes tienen que ser muy responsables porque llevan muchas vidas”,
Cada día voy sintiendo más molestias en mi cuerpo”
Teresa Esperanza Loayza Freire, sobreviviente del accidente del bus de la empresa TAC
Se requiere que el municipio de Loja conjuntamente con sus consejales y agentes de tránsito trabajen en conjunto para poder garantizar una ciudad más segura en temas de seguridad vial y de transporte público, hacer controles más rígidos no solo pasar la mirada por encima y listo , capacitar a los conductores para dar un mejor servicio y con responsabilidad, hacer controles dentro y fuera de la ciudad pues el transporte público urbano es otra cosa en decadencia no hay seguridad y la gente lo usa por necesidad, no esperen otra tragedia más para actuar.