La caída del régimen sirio de Bashar al-Assad es noticia mundial. Éste heredó el poder de su padre, Háfez al-Assad, quien estuvo como presidente de Siria desde 1971 hasta su fallecimiento (2000). Durante más de cinco décadas, Siria vivió un régimen autoritario, violatorio de los derechos humanos.
Desde hace más de una década, fue escenario de operaciones militares de grupos islámicos yihaidistas, de kurdos y de otras agrupaciones político-militares que se levantaron en contra del régimen, haciendo de ese país escenario de una guerra civil. En los momentos más críticos del conflicto interno se evidenció la participación militar de Rusia; Turquía apoyando a grupos como el «Ejército Nacional Sirio» que buscaban derrocar a al-Assad; Estados Unidos y sus aliados apoyando a las «Fuerzas Democráticas Sirias» y a las fuerzas «moderadas» que combatían al gobierno, pero al mismo tiempo enfrentaban al Estado Islámico y apoyaban a las fuerzas kurdas; Irán que envió tropas y asesores militares para respaldar al gobierno sirio. Es decir, es evidente los intereses geopolíticos de varias potencias.
Este es el contexto para el desenlace de Siria, donde prevalece la fuerza político-militar Hayat Tahrir al Sham (HTS). De igual manera
El Ejército Nacional Sirio (ENS), que es una coalición de grupos que se alzaron contra al-Asad tras el estallido de la guerra civil. A estas fuerzas se integran las kurdas Unidades de Protección Popular (YPG).
La caída del régimen de al-Assad provoca un cambio en la correlación de fuerzas en Medio Oriente.
Veamos, en una primera lectura se podría señalar que los principales perdedores son Rusia, Irán y la misma Siria; pero esa circunstancia podría ser temporal porque, las fuerzas que han tomado el control del país aún no se consolidan, existen contradicciones entre ellas y hay los factores externos latentes.
Se vislumbra, insistentemente, que Siria podría fragmentarse en cuatro, partiendo del criterio de las regiones en las que una u otra fuerza tiene mayor presencia o dominio. Hay intereses de EE.UU. e Israel, principalmente.
Ha caído un régimen autoritario, antidemocrático, pero las fuerzas que lo reemplazan no se distancian en la visión autoritaria de gobernar.
Remo Cornejo Luque
cornejoremo75@gmail.com