Sedación paliativa, ¿eutanasia disfrazada?

La sedación paliativa y la eutanasia emergen como dos trazos divergentes sobre el lienzo del final de la vida, ambos tintados por los matices del sufrimiento y la compasión, representando una verdadera encrucijada ética que desafía nuestras convicciones más arraigadas.

En este contexto altamente sensible, surge la pregunta inevitable: ¿Cómo abrazar la dignidad humana en el rostro del sufrimiento? «La sedación paliativa consiste en un procedimiento médico cuyo objetivo es la disminución intencionada del nivel de conciencia del paciente a través de la administración de fármacos indicados y a dosis proporcionadas, con el fin de evitar el sufrimiento insostenible, causado por un síntoma o síntomas refractarios», es decir, aquellos que no pueden ser controlados apropiadamente por los tratamientos disponibles. En contraste, la eutanasia, con su promesa de una salida rápida y simplista parece ofrecer una solución definitiva a esta interrogante, sin embargo, no podemos ignorar el peso de su consecuencia última: terminar con la vida.

Es común la idea de que la sedación paliativa sea una forma encubierta de eutanasia, porque también es habitual que, una vez iniciado el procedimiento, el fallecimiento de la persona se produzca a corto o mediano plazo, pero no es la sedación paliativa la causa, sino que gracias a este tratamiento se impide una muerte con sufrimiento. En la eutanasia, el objetivo buscado es aliviar el sufrimiento, sí, pero a través de la muerte de la persona.

Al contemplar estos dos caminos, cabe reflexionar: la eutanasia nos tienta con la ilusión de una paz inmediata, pero en su abrazo, ¿no perdemos también la oportunidad de acariciar la belleza de los momentos finales, de encontrar significado en el sufrimiento compartido? La sedación paliativa se erige como un acto de amor y compasión, que llama a contemplar la vida en toda su fragilidad y grandeza e invita a respetarla hasta su ocaso, fomentando el amor y cuidado hacia nuestros semejantes hasta el último suspiro, inmortalizando la idea de que lo esencial es eliminar el sufrimiento de la persona, no eliminar a la persona que está sufriendo.

No se trata de tomar posturas radicales, sino de abrazar la complejidad de la experiencia humana con humildad y empatía; al final del día, la puesta de sol es la misma para todos.

Marcelo González Tinoco

marcelodanielgt@gmail.com

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