Pelota de trapo

Es imposible negarlo. Todos queremos volver a ser niños. Soñamos con largas tardes de fútbol y alegres noches de juegos en la calle. Queremos regresar a ese tiempo sin responsabilidades en que nada era definitivo y siempre había la posibilidad de arreglar el vidrio roto por un pelotazo imprudente. Todos estos sueños están vedados para los ecuatorianos comunes. Estamos sujetos de forma irremediable a los rigores de la edad adulta. Tenemos plazos y obligaciones. Cuando nos comprometemos con nuestras firmas no hay posibilidad de arrepentirse. Las decisiones nos atan y el tiempo corre y nos arrastra a todos. Nuestros personajes públicos, en cambio, han encontrado varias fórmulas mágicas para volver a la niñez o por lo menos a la adolescencia. Las reuniones del Consejo de Participación Ciudadana, por ejemplo, tienen el encanto de las cosas que se hacen jugando. Hay una algarabía juvenil de patio de escuela. Las decisiones se toman pasando papelitos por debajo del pupitre y nada está dicho de forma definitiva. Siempre se pueden volver a repartir las cartas o se pueden cambiar los jugadores. Mientras no suene la campana del recreo cualquier cosa puede pasar, todos los resultados pueden variar. En la Asamblea Nacional reina también este ambiente relajado de bromas y diversión. Se plantean juicios políticos que no son sino amables inocentadas que se olvidan con ese “retiro de firmas” que, en este caso, equivale al “ultimo gol gana” de los partidos de barrio. Que importa. Al fin y al cabo, los niños no tienen firma ni palabra. En Carondelet las luces se apagan mucho después de la hora de dormir. El gabinete está ocupado con juegos de estrategia que no acaban nunca porque los jugadores no están acostumbrados a respetar las reglas. Ya se sabe, las normas son cosa de viejos y no tienen lugar en el impúber nuevo Ecuador.

Carlos García Torres

cegarcia65@gmail.com

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *