Magos

Los circos tenían su encanto. Sus carpas, a veces desvencijadas y desteñidas por el sol, albergaban distracción momentánea. Se presentaban malabaristas, trapecistas, domadores de fieras, payasos y magos que, en realidad, eran prestidigitadores. A veces el espectáculo giraba en torno a la desaparición de un objeto. El gran truco consistía en llamar la atención del público hacia una mano mientras, con la otra, se preparaba algo que dejaba un sui géneris sabor de incógnita.

Estas lecciones fueron aprendidas por ciertos políticos latinoamericanos. Son expertos en distraernos en cosas pequeñas que, ciertamente, hacen que la prensa coloque la argenta luz de los reflectores sobre sus rostros. Presentan hechos importantes pero que, seguramente, no cambiarán la realidad.

Es frecuente ver al legislador que denuncia actos reprochables, pero olvida, por ejemplo, el destino y los tenedores de la inmensa deuda que lleva sobre sus hombros la población.

En el caso ecuatoriano, según el Informe Trimestral del Ministerio de Economía y Finanzas, en el primer período de este año, para el servicio de la deuda, se destinaron ochocientos sesenta y dos millones de dólares. Nadie sabe quiénes son los acreedores ni en qué se gastó ese dinero.

Por otro lado, para la emergencia sanitaria se ocuparon solo cuarenta y tres millones.

Ojalá dejemos el circo y tratemos los problemas de fondo. La democracia no necesita prestidigitadores.

Gabriel U. García T.

@gulpiano1