Saraguro está de fiesta, sus hijos vienen desde los cuatro suyos a festejarla. Los maizales en flor y el Puglla tienden su manto para todos gritar ¡Viva Saraguro! Y seguirá viviendo mientras un corazón filial ame por ella.
201 años emancipada, sus flores aún brillan en colores, expanden su aroma y el transeúnte se enamora de ella. Así llegaron desde el Azuay, El Oro y del país entero para acogerse a tanta dulzura.
Los saraguros vestirán sus atavíos, pantalón corto, zamarro y poncho, con ojos de plata en su grueso cinturón; ellas, blusa bordada, anaco y reboso juntadas con tupo de plata, zarcillos largos también de plata y mullos de mil colores en su pecho. Ambos llevarán sombreros de ala ancha de lana de borrego como distintivo. Los saragurences lucirán su gallardía y los visitantes se contagiarán de alegría por esta tierra madre y su larga vida.
Saraguro de ensueños, también tus hijos lejanos te recordarán, migraron para engrandecerte y la esperanza del regreso a tus brazos es la oración diaria junto al trabajo largo, tedioso en las lejanías.
Tierra eterna del amor te idolatramos, tierra nacida en las alturas bendecimos tu nombre y lloramos cuando nos alejamos por retos de la vida, pero regresamos y el tiempo es corto para abrazarnos todos.
Loor al pueblo de las ñustas y las reinas, del hombre que azabacha su piel y de la mujer que amamanta con el calor de su vida.
Saraguro, te entregó el corazón.
Jaime Vinicio Meneses Aguirre