Ciertamente me resulta un tanto difícil escribir estas líneas, quizá por la pesadumbre, angustia y ansiedad que nos ha dejado el año que acabamos de despedir, aunque intentando ver las cosas positivamente, diría que todo comienzo debe ser tomado con optimismo, aunque es fácil volverse pesimista si volvemos la vista atrás.
Por eso es importante ir hacia adelante, pues si en algo nos diferenciamos de los animales es porque los seres humanos tememos la capacidad de aprender, bueno, la mayoría de los seres humanos, porque también están los que no aprenden nunca, es decir, la experiencia solo le sirve a quien la valora.
Hay quienes creen que la experiencia es más difícil de obtener que el conocimiento, ya que implica haberlo realizado, haberlo sentido e incluso haberlo sufrido, por su parte el conocimiento se aprende, en definitiva el conocimiento nos dice que hacer y la experiencia nos dice cómo hacerlo y cuando hacerlo.
Actualmente existen personas que tienen mucho conocimiento, pero eso no nos garantiza que esta persona tenga la experiencia del mundo real, es decir sus capacidades procedimentales de solucionar un ´problema pueden ser limitadas o estar aún en desarrollo.
Ante la incertidumbre que representa este nuevo año, debemos considerar que el país en todos sus ámbitos requiere de gente formada y también de gente experimentada, una combinación de ambas condiciones será lo indicado.
James Rusell Lowers decía: ”Una espina de experiencia pesa más que un bosque de advertencias” , claro está que acumular años no es sinónimo de acumular experiencia, no confundamos experiencia con antigüedad.
En concreto, la experiencia no es sino la habilidad personal e intransferible de transportar al presente y a una situación dada y concreta momentos similares (por analogía) vividos en el pasado y además vividos en primera persona, con la finalidad de comprobar si las fórmulas que en aquel momento se aplicaron son convenientes, o no, para solucionar las situaciones actuales.
Fredy Cueva Castillo
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