Ir a la feria

Es lojanísimo el ir a la feria. Han ido los padres y los abuelos, ahora van los hijos, e irán los nietos. Es un acontecimiento de la historia de la ciudad, y es parte ya del calendario lojano. No debe perderse la raíz popular con la que nació y de la que deviene, y se debe cuidar esa cualidad de ser un lugar y un evento, al que se acude sin distinción. La feria ha tenido varias locaciones, se ha movido por la ciudad dependiendo de sus espacios y su crecimiento: fue en una calle, en una plaza, ahora en su propio complejo.

La feria es un encuentro por excelencia. Uno va a la feria porque sí, porque la feria es la razón misma. En su nacimiento, el motivo era el intercambio comercial, el flujo de mercancías ecuatorianas y peruanas, y esa dinámica hizo posibles otros encuentros, otras dinámicas, porque en las mercancías y las cosas que se muestran y se venden, también van otras ideas, otras personas. Los motivos originarios quizá han cambiado de matiz, y es bueno que siempre tenga nuevos aires, pero lo imprescindible es que no pierda su cualidad de re-unir a la ciudad y a su gente, a los visitantes, a los peregrinos. Es necesario advertir, que la feria, es posible únicamente a otro patrimonio de la lojanidad: la Virgen del Cisne.

Son meses que cambia el rostro y el ánimo de la ciudad. Hay cierta algarabía por la feria y los castillos, y hay silencio, recogimiento y devoción por la Virgen. Hay música en todas partes: por homenajes, por disfrute, por eucaristías. Hay espacio para todos, y nadie debe quedarse fuera. Esa es, a mi gusto, la mayor importancia de esos eventos en la ciudad.

Pablo Vivanco Ordoñez

pablojvivanco@gmail.com

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