La desigualdad económica es uno de los desafíos más graves que enfrenta el mundo hoy en día. Sin embargo, la escasez existente no es producto de falta de recursos, sino el resultado de un sistema perverso y excluyente. En el libro “El precio de la desigualdad”, Joseph Stiglitz proporciona un análisis exhaustivo de sus causas y consecuencias. El autor argumenta que la creciente disparidad de ingresos y riqueza no solo es moralmente injusta, sino también económicamente perjudicial para el crecimiento y desarrollo económico de una nación.
Stiglitz señala que la desigualdad extrema puede llevar a un crecimiento económico más lento y a una mayor inestabilidad social y política. En Ecuador, la desigualdad se ha manifestado en múltiples formas. El coeficiente de Gini en junio de 2024 fue de 0,46, indicando una gran desigualdad en los ingresos. Las políticas neoliberales adoptadas en las últimas décadas han favorecido a los más ricos, dejando a una gran parte de la población en condiciones precarias. La privatización de servicios esenciales y la falta de inversión en educación y salud han perpetuado la exclusión social y económica, lo que a su vez causa una baja inversión en capital humano y una creciente polarización social.
Para abordar estos problemas, es crucial implementar una serie de políticas redistributivas y estructurales como fortalecer la educación pública y la salud, asegurando una financiación adecuada y accesible para todos los ciudadanos. Además, se debe promover la creación de empleos dignos y bien remunerados a través de incentivos a las pequeñas y medianas empresas, y fomentar la innovación y el emprendimiento. Asimismo, es vital fortalecer las instituciones y promover la transparencia y la rendición de cuentas, asegurando que el gobierno actúe en beneficio de todos sus ciudadanos, y no solo de una élite privilegiada.
Jorge Abad