Ahora que está de moda el ciclismo, hagamos una analogía con la política. Imaginemos que, en las carreras de ciclismo, el ganador se lo va a elegir por votación, no por quien tenga mejores resultados o haga menor tiempo en llegar a la meta. Además, como todos tienen derecho a participar en una carrera, ya no sería necesario un buen estado físico para aguantar los largos tramos de la misma, ni manejar bien una bicicleta, ni tener una apropiada, pues el ganador lo elegirá el “pueblo” y ya sabemos que, al “pueblo”, le interesan más los ojos bonitos o las buenas voces etc., que la capacidad (aunque claro un buen competidor puede tener también estos atributos).
En este escenario ¿qué sucedería con esos deportistas de alta gama en el ciclismo, que nos han hecho quedar muy bien internacionalmente?
Seguramente muchos ya no competirían ¿para qué hacerlo? si saben que su estado físico, preparación o bicicleta, no sirven de nada.
En política sucede lo mismo, si los competidores con más capacidades, conocimiento, preparación y/o estudios, etc., saben que van a competir con gente que sin preparación ni conocimiento; pueden ganar, porque tienen dinero o son conocidos ¿para qué lanzarse a alguna candidatura?
No sólo debemos meditar nuestro voto, también debemos meditar si las actividades que realizamos, son actividades en las cuales estamos preparados.