Aludiendo a un dicho popular ampliamente conocido, nadie valora realmente lo que tiene hasta que lo deja de tener, y es que, en medio de la actual crisis energética que atraviesa el pueblo ecuatoriano, nos encontramos cara a cara con una realidad que muchas veces hemos pasado por alto: valoramos las cosas únicamente cuando nos hacen faltan. Cuán fácil ha sido para nosotros, dar por sentado el agua, la luz, el viento, y la abundancia de recursos naturales que la Pachamama nos ofrece. Pero sin lugar a dudas, recibimos una llamada de atención para reflexionar sobre nuestra relación con la naturaleza y la responsabilidad que tenemos hacia ella.
Los pueblos indígenas nos han enseñado, desde tiempos ancestrales que se debe agradecer a la Pacha Mama, la madre tierra, por todo lo que nos brinda a diario. Nuestros antepasados indígenas han entendido que la vida no solo proviene de un ente superior, sino que está profundamente arraigada en el suelo que pisamos, el agua que bebemos y los bosques que nos rodean. Su pensamiento nos recuerda que no somos dueños de la naturaleza, sino parte de ella, y que nuestra supervivencia depende en gran medida del cuidado que le demos.
Hoy, más que nunca, es momento de hacer conciencia. No podemos seguir desperdiciando el agua, que es la esencia misma de la vida. Tampoco podemos permitirnos el uso desmedido de la energía eléctrica sin pensar en las consecuencias a largo plazo. Es hora de aprender a «sembrar agua», a regenerar nuestros bosques y a ser resilientes ante los desafíos que enfrentamos como sociedad. La crisis nos invita a repensar nuestras acciones, y a reconocer que todo lo que necesitamos para vivir no viene únicamente del cielo o de nuestros pensamientos, sino de la tierra que nos acoge. No olvidemos cuidar lo que la naturaleza nos ofrece. Es tiempo de agradecer, respetar y proteger a nuestra madre tierra.
Lucía Margarita Figueroa Robles
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