Sin espacios

La masificación de la información, satura. Lejos de provocar reacciones, provoca desencanto del mundo, que no se expresa en formas de reclamo y de protesta, sino de esterilidad y conformismo. Si alguna chispa de indignación florece, es sofocada por el peso de la realidad que resulta indiferente frente al dolor y a la muerte.

Las malas noticias venden, la gente las mira, las lee, las sigue por un momento, pero luego se olvidan de ellas con el brillo de las pantallas, y la infinita cantidad de banalidad que circula y que la consumimos anuentes.

No solo nos han ido apagando la posibilidad humana de indignarnos, sino que nos han ido apagando las luces del pensamiento para que andemos en tientas, caminando despacio, manoteando en la oscuridad, dando pasos inseguros, sin poder ver con claridad lo que sucede, sin plantear preguntas mínimas, sin abrirle una ventana al mundo.

Nos quieren metidos en un saco donde todos nos regodeemos alegres, pero siendo indiferentes a la tristeza y la miseria del mundo. Este no puede ser el mejor de los mundos posibles, y tampoco creo que estamos yendo al mejor de ellos.

No contamos con las herramientas suficientes para leer el mundo, pero si tenemos las necesarias para leer sus indicios de decadencia generalizada, porque en todos lados estallan las crisis: unas detonan y otras se riegan en silencio.

Parcializar el mundo y su realidad puede llevarnos a equivocaciones sobre el futuro. No hay que perder de vista la totalidad, para rasgar los velos, para abrir huecos y poder ver por sus rendijas lo que se esconde, los engranajes que funcionan perfectos para la distracción.

Pablo Vivanco Ordóñez

pablojvivanco@gmail.com

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