La campaña política empezó, y de nuevo vuelven a relucir las personalidades de los candidatos. Este tiempo de campaña se asemeja mucho a un mercado de pueblo, donde cada quién vocifera a su manera su propuesta. Aquí aparecen tres tipos de oferentes: el mentiroso, quien con su retórica dice que su producto es el mejor. Es un vendedor que tiene años en el negocio y ha logrado hacer su legado sobre la base del engaño, la distorsión y las mentiras. Lleva tanto tiempo haciéndolo que para él se ha convertido en su regla de vida. No conoce, ni desea optar por otro camino, pues le va muy bien. A sus allegados les enseña las tácticas y recursos que él usa. Por otro lado, está el simpático, muy poco conocedor del negocio, es su primera vez, él mediante la sonrisa, la farándula, el cortejo y la belleza quiere entrar en el ruedo, poco sabe de su producto, pero igual lo promociona, como sabe que hay demandantes que ni miran lo que compran, tiene todas las de triunfar. Finalmente aparece el sincero, quien conoce muy bien del producto que vende. Es un hombre analizador que trata de ser consciente con las personas, de no mentirles, ni de ofrecerles lo que no es. Lamentablemente, su retórica se ve opacada por el colorido del mentiroso y la brillantez del simpático. Su producto pese a ver bueno no tiene mucha acogida, parece que la gente antes que la calidad prefiere el colorido de la marca.