¡Sí, en los libros!

A propósito de la conmemoración del Día del Libro, el 23 de abril, debemos lamentar que no se le conceda en nuestra ciudad, que se jacta de cultural y culta, la importancia que lo amerita. Si bien es cierto que los libros, dada su importancia e incidencia en la vida de todo hombre, tienen importancia todos los días, al menos debería aprovecharse la efeméride para promoverlos no solo desde el punto de vista comercial, sino especialmente desde la visión totalizante que abarcan como aquellos compañeros sin los cuales no podemos ser, hacer ni trascender.

El libro es uno de los pocos objetos que debe asumirse como ser viviente y vivificante por el inmenso impacto que causa en nuestra vida, en nuestra formación e inclusive en nuestra forma de sentir, pensar, actuar y proyectar el lenguaje. Porque el libro no está para ser mero adorno o una cosa simple a ser arrumada por ahí. Definitivamente no. El libro es un ser superior que acompaña, seduce, transmite, cuestiona; un ser mayúsculo que nos invita a construir pensamiento, aprender y desaprender, y que es capaz de brindarnos la posibilidad de un desarrollo metacognitivo tan ineludible en nuestros tiempos. 

Pero en un medio como el nuestro, su importancia y jerarquía pasan desapercibidas. Es un problema que está anclado a muchas causas previas, es cierto, pero tampoco encontramos esfuerzos suficientes por revertirlo. Aunque puede parecer obvio, quizá lo que no advertirnos es que los libros no solo son decisivos per se, sino que son los únicos que nos pueden conducir a convertirnos en lectores libres y autónomos con gran conocimiento y capacidad interpretativa de los fenómenos del mundo. Es decir, seres humanos capaces de ser, hacer y trascender, seres humanos capaces de comunicarnos con suficiente solvencia, tanto en la forma como en el fondo. Porque si algo hace digno y grandioso al ser humano es su capacidad de pensar por sí mismo, con absoluta libertad y autonomía, siendo capaz de sostener objetivamente sus ideas. ¿Cómo lograrlo? En los libros está la materia gris cual elixir. ¿En los libros? ¡Sí, en los libros!

José Luis Íñiguez G.

joseluisigloja@hotmail.com

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