La gratitud y la reciprocidad

Hace un año, mi nietecita, Ana María Pinto Guzmán, se graduó de médica en la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL). Fue una alegría asombrosa, indescriptible e imborrable.

Después de algunos días, cuando recibió su primera remuneración como   médica interna del hospital del IESS de Machala, ya descansando en casa, recibí una llamada telefónica de mi adorada nieta, quien, envuelta en un envoltorio de ternura, me decía:

Papi Jaime quiero que me hagas una lista de todas tus deudas para pagarlas con mi primer sueldo.

¡No se imaginan cuanta emoción sentí! Aseguro que esta actitud de Ana María ha sido una de las mejores y más especiales e indescriptibles cosas que me han dado lo vida. Nunca la voy a olvidar. Siempre quedarán en mi memoria y corazón.

Detrás de esta noble actitud que enciende el amor y conmueven el alma de los abuelos, más allá de la lección magistral que engendra, es una expresión de amor, de esperanza, la belleza de la vida y un tónico de ética y moral refulgente, en un mundo donde los valores están en crisis.

Estos actos de apoyo intergeneracional de cariño, gratitud y reciprocidad a los abuelos, creo yo, deberían ser inculcados a los hijos en todos los entornos donde se desarrollen, tanto en el hogar, en la escuela y en los eventos comunitarios en los que se celebren actos de bondad en la comunidad, a través del ejemplo y la implementación de las asignaturas en los colegios de educación moral-ética -emocional y psicología, en la búsqueda de un mundo más justo, justo y solidario.

¡Ojalá! Ojalá estos valores fundamentales para la vida y la relación con Dios y nuestros semejantes, nos hagan reflexionar y sirvan para que nunca la razón se divorcie del corazón de los ecuatorianos. Y como lo expresó Serrat solo así “llegar a ser viejo

Sería más llevadero,

Más confortable,

Más duradero “

Jaime Guzmán R.

jaimeantonio07@hotmail.es

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