En el Día del Niño, reflexionamos sobre la esencia de ser niño y las valiosas lecciones que los adultos podemos aprender de ellos. Los niños, con su autenticidad y energía inagotable, nos muestran caminos frescos para mejorar tanto en la comunicación como en el liderazgo.
Los niños son maestros en la comunicación directa. Hablan con sinceridad, sin las barreras que muchas veces los adultos construimos. Esta honestidad puede ser revitalizante en el entorno laboral, fomentando un ambiente de transparencia y confianza. Al adoptar una comunicación más clara y genuina, podemos inspirar a nuestros equipos y fortalecer las relaciones interpersonales.
Asimismo, los niños son innatamente curiosos y no temen hacer preguntas. Este deseo constante de aprender y explorar es una cualidad que todo líder debe cultivar. La curiosidad impulsa la innovación y el crecimiento personal y profesional. Preguntarnos «¿por qué?» y «¿cómo?» nos permite abordar los desafíos desde nuevas perspectivas, promoviendo soluciones creativas y efectivas.
Además, los niños poseen una capacidad única para vivir el presente. No se preocupan excesivamente por el futuro ni se quedan atrapados en el pasado. Este enfoque en el «ahora» puede mejorar la toma de decisiones y la gestión del estrés. Un líder que permanece presente es más capaz de responder a las necesidades inmediatas de su equipo y de la organización.
Finalmente, los niños nos enseñan la importancia de la empatía y la conexión emocional. Ven el mundo con ojos llenos de asombro y compasión. Un liderazgo empático y conectado emocionalmente no solo motiva a los equipos, sino que también crea un ambiente laboral más humano y colaborativo.
Amigas y amigos recordemos que imitar la autenticidad, curiosidad, presencia y empatía de los niños puede transformarnos en mejores comunicadores y líderes. Adoptar estas cualidades nos permite no solo dirigir con más eficacia, sino también conectar con los demás de una manera más significativa y genuina.
Marlon Tandazo Palacio
@MarlonTandazoP