Pensar en el nombre que llevan las calles céntricas de nuestra ciudad, nos enlaza con hechos histórico, llenos de valentía, coraje, ilusión; y, el propósito de días mejores. En nuestros recuerdos queda la tranquilidad y seguridad con que se transitaba por las calles, salvo esporádicos escándalos producto de la audacia de algún jovencito en busca de distracción, cuando osaba perturbar la escasa sensatez de quien llamaban la loca María. Eso como decían los mayores, aunque parecía cierta falta de respeto hacia aquella infortunada mujer, no era más que picardía de chiquillos.
La modernidad remplazo fachadas y colores añejos, las calles se iluminaron con farolitos decorativos, el piso gris fue remplazado por baldosas coloridas y resbalosas, la calle 10 de Agosto se peatonalizo; a vista breve, la ciudad mejoro su aspecto. Sin olvidar que poco tiempo antes, disfrutábamos de un Mercado Central limpio y ordenado, en sus inicios, referente de orden, dignidad y salubridad.
Hoy, es penoso ver como Autoridades y Ciudadanos con nuestras actitudes, hemos entregado las calles, a un grupo de seres que atentan contra el ornato y seguridad de la urbe, bajo el justificativo de ganarse el pan de cada día. Lo que ellos defienden, no valida la violencia, no podemos aplaudir desórdenes, linchamientos, arremetimientos contra la fuerza pública por mediar. De esta forma, no se puede conseguir equidad.
Yadira C. Torres
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