Luego de un sedante anímico, cultural, social, festivo que significó para Loja el noveno Festival de Artes Vivas, hemos regresado a la realidad del país, con tareas pendientes algunas de ellas convertidas en pesares, pesares.
El primer pesar o sentimiento interior que nos ha fatigado el ánimo ha sido los incendios forestales que han afectado a más de once mil hectáreas de bosques en el cantón y provincia de Loja, atizados por la agobiante sequía que afecta al país y nos tiene sin agua, sin luz, cuya oscuridad procura aún más la inseguridad, la zozobra, la intranquilidad, disgusto, pesadumbre y enfado social al no lograr encontrar la fórmula que nos devuelva la fe en el futuro del Ecuador.
Un tema pegadito a esta realidad constituye la escasez y carestía de los alimentos. Quienes van a los mercados ven con “ojos mudos” los precios y la poca producción que para Loja proviene de otras provincias. Dicha realidad anima a hacer dieta y comer repe-tidamente-repe, pero sin leche ni queso porque las vacas ya no dan leche, dan pena. Sin embargo, la propaganda de la Prefectura avisa cómo ordeñar vacas en plena sequía. En cuanto a la alteración de precios se preguntan ¿cómo controlar la especulación en tan grave situación?
Lo que sí debe controlarse es la gestión de algunas clínicas particulares donde los servicios de hospitalización los facturan como mercancía y ciertos médicos abusan de su “especialidad”. Al parecer la medicina ya no responde al código de ética hipocrático, sino a otros intereses. Debe haber una intervención de autoridad competente para que la salud no sea un negocio, ni otro pesar más.
Y mientras los pesares nos agobian, la Navidad, aquel acontecimiento motivador de la paz, el amor, la solidaridad, se acerca. Que este tradicional evento sea el motivo mayor para apagar los candiles, nos devuelvan la luz para iluminar el camino de la felicidad y la esperanza, que es el sueño de los ecuatorianos que aún estamos vivos en este ‘narcoestado’.
Adolfo Coronel Illescas