La entrevista

El entrevistador estrena hoy sus mejores galas y su mejor sonrisa. Se trata de un programa especial. Esta noche acude la ministra a la televisión para explicar sus actuaciones recientes. El colorido fondo de flores y de plantas hace suponer que la charla girará en torno a placenteras novedades. El periodista usa un tono jovial e informal, de viejos conocidos que se guardan estima mutua y que se han reunido para compartir una tarde amena. Se aclara la garganta y suelta una larga introducción laudatoria que habla de un país que ha tomado el camino de ladrillos amarillos hacia un tiempo futuro de paz y de felicidad. Tan extensa es su perorata, tan llena de alabanzas al régimen, tan salpicada de explicaciones y de justificaciones que hace temer que la entrevistada no tenga nada que decir.

Sin embargo, después de un tiempo que parece interminable, la digna funcionaria tiene la oportunidad de pronunciar unas cuantas palabras. Comienza enumerando las múltiples formas mediante las cuales la vicepresidenta Abad encarna el mal y los hábiles exorcismos jurídicos que han sido necesarios para neutralizar las fuerzas salidas del averno que amenazan a las ingenuas almas ecuatorianas. Su explicación, aunque pueda ser dramáticamente efectiva, es ciertamente incoherente en el campo jurídico. No importa, el locutor televisivo le sigue entusiasta la corriente y agrega nuevos argumentos de su propia cosecha alucinada. Después de algunos sonrientes intercambios verbales el entrevistador y la entrevistada parecen estar plenamente de acuerdo en la futilidad del Estado de Derecho, en lo fastidiosa que es la discusión democrática, en el absurdo de esos juristas que se empeñan en criticar al gobierno, en lo horrible del viejo Ecuador y en lo simpático que está resultando el nuevo Ecuador. Termina la entrevista. Se abrazan enternecidos. Han alcanzado sin duda un hito más para el periodismo nacional.

Carlos García Torres

cegarcia65@gmail.com

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