En estos días han aumentado los niveles de ansiedad y depresión en los niños debido a que las clases virtuales, tras una pantalla, ocasionan niños cansados. Algunos de ellos, se quedan solos en casa porque sus padres trabajan, los que no tienen conectividad procuran descifrar las fichas pedagógicas, las familias que tienen un solo computador esperan hacer lo posible, y los niños que no tienen los libros de Santillana o del gobierno y que la profe ya va en la página 20, miran al cielo pidiendo una explicación de por qué deben estar al día cuando aún no han comprendido. Por cumplir con el currículo escolar no se puede ir en contra de la salud de padres e hijos.
Se registra la asistencia y lo que menos importa son las adaptaciones curriculares, que quedan en el papel, sin considerar que los educandos requieren atención diferenciada. La cantidad de horas de conexión que exigen en los planteles está agotando a estudiantes y padres de familia. Investigaciones recientes han detectado cómo los niños, principalmente, están sufriendo un enorme estrés, aburrimiento y cansancio. La pantalla, la casa y los padres no son el símbolo de instrucción formal que tienen niños y adolescentes, sin embargo, les está tocando asumir un rol que está creando consecuencias negativas en lo físico y mental (Yaguana, 2020)
Los actores educativos procuran entender esta nueva normalidad y se justifican diciendo que esto es nuevo. Sin lugar a dudas lo más importante en estos tiempos de pandemia es seguir garantizando el derecho a la educación de los niños y jóvenes del país. En base a la reflexión educativa debemos promover una educación en base a la realidad que estamos viviendo. Lo importante es la salud mental de estudiantes, docentes y padres de familia. Cambio y fuera.