Entre las reacciones y opiniones del post debate presidencial leía en redes sociales un post de Juan Paz y Miño Cepeda, historiador ecuatoriano, que me hizo reflexionar. En tiempos de crisis, las decisiones políticas y económicas no pueden reducirse a eslóganes vacíos ni a falsas disyuntivas. Nos quieren hacer creer que elegir entre libertad y justicia es una opción legítima, como si ambas no pudieran coexistir en una sociedad verdaderamente democrática. Pero la verdadera encrucijada no es esa. El dilema real es si construiremos un país donde la economía sirva a la gente o donde la gente sea sacrificada en el altar del capital y el mercado.
Ecuador enfrenta hoy una decisión crucial: ¿seguiremos permitiendo que el poder económico controle el destino de millones, o apostaremos por un modelo de justicia social y desarrollo humano? Quienes defienden la primera opción hablan de libertad, pero omiten que su “libertad” es la de las élites para seguir acumulando riqueza a costa de la precarización del pueblo. No se trata de totalitarismo versus democracia, sino de si la democracia será un espacio donde todos puedan participar con dignidad o si seguirá siendo un club exclusivo de unos pocos.
La ética social nos llama a cuestionar un sistema que empobrece a la mayoría y enriquece a una minoría. La conciencia crítica nos exige entender que la justicia no es caridad, sino el principio fundamental de toda sociedad verdaderamente libre. La espiritualidad nos recuerda que la solidaridad y el bien común deben estar por encima del lucro desmedido.
El Ecuador que queremos no es el de las élites atrincheradas en el poder, sino el de una democracia con raíces populares. No el del mercado como juez supremo, sino el de una economía social que priorice el bienestar de todos. La verdadera opción es clara: dignidad o sometimiento. Digamos NO al engaño.
Álex Daniel Mora Arciniegas
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