Latinoamérica, un Estado Robin Hood a la inversa

Decía Alain Rouqié que América Latina es el continente de los malentendidos; fue descubierto cuándo Colón buscaba llegar a la India. Las selecciones de fútbol están repletas de personas de color, sin embargo, sus embajadas en el extranjero están llenas de embajadores con rasgos europeos

En Ecuador, el Estado ha operado como un Robin Hood invertido, arrebata a los descalzos para vestir a los magnates. Desde el boom cacaotero (1870-1920), cuando la “pepa de oro” financió mansiones en Vinces, el “Paris chiquito”, se podía encontrar lo último de la moda europea y se escuchaba hablar más francés que castellano, mientras los montubios vivían en la absoluta miseria.

El boom bananero (1950-1960) repitió el guion: empresas como United Fruit convirtieron la costa en un feudo, mientras los jornaleros, sin derechos, sudaban bajo un sol inclemente. El Estado, cómplice, ofrecía tierras y subsidios a los exportadores y el país se convirtió en una república bananera.

En los 80, el saqueo mutó de forma: la sucretización socializó deudas privadas. El Estado asumió los compromisos en dólares de empresarios y banqueros, convirtiéndolos a sucres a tasas preferenciales. El resultado fue una deuda pública inflada de $240 millones en 1983 a $6.000 millones en 1989 que hipotecó al país y allanó el camino para el feriado bancario de 1999. Ahí, el robo fue perfecto: mientras la gente hacía cola para rescatar sus ahorros congelados, banqueros como los Isaías recibieron rescates millonarios y huyeron con $400 millones.

Mientras los pobres son acusados de su propia miseria, los destructores del país han llegado a ser divinizados y ocupar grandes cargos en el sector público y enriquecerse aún más con los recursos del Estado. La historia, exige no un Robin Hood, sino un pueblo que decida dejar de ser el eterno invitado de piedra en el banquete de los poderosos y decida escribir su propia historia.

Jorge Abad

jhabad@utpl.edu.ec

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