Inocencia para el cielo

La ciudad de Amaluza, cantón Espíndola, en su fecha clásica, 21 de noviembre, despertó con la infausta noticia de la partida de un personaje icónico de su identidad, folclor y cultura: Sergio Torres Flores, quien nació un 23 de octubre de 1939 y, a lo largo de sus 85 años, fue un símbolo de candor y espontaneidad.

Su rostro transmitía tranquilidad y sosiego, convirtiéndose en un reflejo de la esencia misma de su tierra natal. Su vida sencilla y su carácter genuino lo convirtieron en una figura inolvidable, alguien que, con cada gesto y palabra, transmitía los valores más puros de la comunidad de Amaluza: solidaridad, fe y amor por lo cotidiano.

La historia de un pueblo se alimenta en el convivir diario con la presencia activa de actores que alimentan la leyenda popular, producto de la sabiduría y uno de ellos fue Sergio, que cariñosamente y con mucho respecto se lo conoció como ‘Yapita’. Sus ocurrencias, ya sea en las calles, en la cancha de ecuavóley o en cualquier rincón de Amaluza, permanecerán grabadas en la memoria de quienes tuvimos la fortuna de conocerlo y compartir momentos con él.

Otra faceta notable de su vida fue su devoción y servicio a Dios. Sergio cumplió un rol activo en las actividades de la iglesia matriz San Bartolomé, Apóstol de Amaluza, su lugar predilecto durante gran parte de su vida. Colaboraba con dedicación en las eucaristías, recogiendo limosnas, distribuyendo lecturas entre los feligreses y cuidando cada detalle con esmero. Además, supo ganarse un lugar especial en los corazones de muchas familias de Amaluza, entre ellas, la familia Torres Andrade, brindándole un espacio lleno de cariño, respeto y calidez.

Cumpliste tu misión en el mundo terrenal, hoy el cielo está de plácemes por la llegada de un ser bueno, cuya inocencia sempiterna se quedó impregnada con cada uno de nosotros para hacer de este legado el alimento espiritual y la resiliencia que un pueblo necesita para una convivencia más justa y equitativa, seguros de que su luz y bondad seguirán guiando nuestras vidas desde el cielo.

Sybel Ontaneda Andrade

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