Educación y desarrollo

La pandemia del coronavirus en medio de tanto dolor e incertidumbre deja, sin embargo, algunas cosas en claro. Por un lado, destaca que es el estado, a quien tanto se critica y menosprecia como lo hace el neoliberalismo que propugna incluso su minimalización, la instancia capaz de enfrentar los desastres y desafíos como los producidos por la covid-19 alrededor de todo el mundo. Precisamente, lo que se exige ahora no es menos estado, sino todo lo contrario, mayor presencia y respuesta del estado para enfrentar a la peste. Por otro lado, queda en evidencia con la emergencia sanitaria que la salud y la agricultura son dos bienes esenciales que no pueden ser degradados a la condición de simples mercancías; pues, en el caso de la salud, es un derecho que debe estar disponible para la gente independientemente de la condición económica o social de las personas; y, lo referente a la agricultura, ésta se vincula con la seguridad alimentaria, es decir, con la propia supervivencia de la población.

Pero a la salud también se agrega un bien fundamental, me refiero a la educación, como sector vital y estratégico para el desarrollo de un país, en tanto otorga oportunidades a todos nuestros niños y jóvenes, independientemente de su situación económica o posición social. No olvidemos que con una educación pública de calidad se coloca a la gente, en un mismo punto de partida, es decir, en igualdad de condiciones para competir en una sociedad y lograr un posicionamiento en el espacio social ya no con base a la capacidad económica o estatus social del individuo, sino en función de sus habilidades y capacidades propias.

Sin educación pública de calidad no hay desarrollo posible y más aún en la sociedad del conocimiento.