Los reclamos en contra de la violencia estructural cada vez son más frecuentes. Muchas de estos reclamos se han hecho en forma de grafitis en las paredes. Estos reclamos provienen de personas que históricamente han sufrido excesiva violencia como mujeres, comunidad LGBTI o minorías raciales. El último caso (sonado) en donde una pared fue pintada, se dio en Cuenca en el puente Mariano Moreno con una frase que expresaba lo siguiente:
“Quieren que dejemos de rayar sus muros. Fácil: Dejen de matarnos”
Este tipo de rechazo a la violencia de género o de raza despiertan muchas respuestas en la sociedad. Una de ellas es la muy sonada frase “Esas no son las formas” que se refiere a un sector de la sociedad que ve como vandalismo a los grafitis. El argumento de estas personas es que no es necesario violentar la propiedad privada para hacer efectivo un reclamo. Este argumento es muy dañino para la población que sufre esta violencia, pues no tiene en sus intereses plantear ninguna solución.
¿Cuándo apareció el interés de estas personas por el bienestar de la sociedad? ¿Apareció cuando en los periódicos cada vez eran más frecuentes los casos de violación o femicidio? ¿Apareció cuando grupos indígenas reclamaban por la desposesión de sus tierras? ¿Apareció cuando se publicaron los datos estadísticos de embarazo adolescente del país? O ¿Aparecieron cuando las paredes amanecieron pintadas?
Si es que lo que capturó el interés de este sector de la sociedad fue las paredes pintadas y no la abrumadora violencia que estas personas sufren, entonces las prioridades de la sociedad necesitan una revisión urgente.