Ecuador está de luto, pero también está indignado. La muerte de cuatro niños en el sector de Las Malvinas, en Guayaquil, ha sacudido al país entero, encendiendo una vez más el debate sobre la violencia, la indiferencia estatal y el abandono de los sectores más vulnerables.
Este doloroso episodio no es solo un caso aislado, sino un reflejo de las profundas fallas estructurales que atraviesan nuestra sociedad. Las víctimas, cuatro niños inocentes, fueron asesinados en un acto atroz que parece una señal de hasta dónde ha llegado la violencia en el país.
En los últimos años, Ecuador ha visto un aumento alarmante en el crimen organizado, el narcotráfico y la inseguridad, problemas que se han incrustado especialmente en sectores populares. Sin embargo, más allá del crimen, esta tragedia revela un patrón de abandono estatal y una sociedad que ha normalizado lo inaceptable.
Las reacciones no se han hecho esperar. Ciudadanos, colectivos sociales, líderes de opinión y organizaciones de derechos humanos han alzado su voz para exigir justicia y un cambio radical en las políticas de seguridad. En redes sociales, la etiqueta #NiñosDeLasMalvinas se ha convertido en un clamor colectivo, no solo para demandar respuestas inmediatas, sino también para exigir que el gobierno deje de ser cómplice silencioso de esta crisis mediante su inacción.
Y, sin embargo, las respuestas oficiales han sido tibias. Discursos vacíos, promesas de investigaciones rápidas y despliegues policiales temporales no alcanzan para curar la herida ni mucho menos para prevenir futuras tragedias. La pregunta en boca de todos es: ¿Dónde está el Estado? ¿Por qué se sigue priorizando el combate mediático al crimen mientras los sectores más vulnerables quedan desprotegidos?
El caso de estos niños de Las Malvinas no puede ser reducido a una cifra más en las estadísticas de homicidios. Sus nombres y sus historias deben ser recordados como un grito de alerta para el país. No podemos seguir permitiendo que la violencia nos arrebate el futuro.
Marco González N.