Hace siete meses antes de que la pandemia iniciara nuestro concepto de cotidiano era distinto, para la mayoría de los estudiantes la rutina se basaba en despertarse e ir al colegio, muchas veces nos quejábamos por distintas circunstancias, una de ellas, tener que sentarnos largas horas en un salón de clase, a escuchar extensas charlas sobre temas que no siempre nos atraían y rogábamos que alguno de nuestros maestros se ausente o que haya un día de vacación.
Hoy en día aquella rutina de la que huíamos o estábamos cansados, se ha vuelto el factor que más extrañamos, aquello que considerábamos cotidiano, hasta cierto punto monótono ahora nos hace falta. Muchas veces realizamos acciones de manera inconsciente, tal como; llegar al colegio, atender a clases, hablar con nuestros amigos o tal vez comprar en el bar… las hemos realizado tantas veces que no prestamos atención, pero ahora que ya no podemos hacerlas más, es cuando nos damos cuenta cuán importante eran para nosotros.
Poco a poco vamos olvidando cuando fue la última vez que hablamos con nuestros compañeros en el aula, el último tema que impartió aquel docente con el que no teníamos una muy buena relación, la última vez que compramos en el bar o la última vez que le dijimos “te amo” a aquella persona especial; esa clase de cosas que considerábamos irrelevantes, eran aquellas que conformaban nuestra vida y le daban sentido.
Ahora la mayoría de nosotros nos hemos dado cuenta que, por más que así lo parezca, nada de lo que hacemos es irrelevante, que cada instante en nuestras vidas cuenta, que no disfrutamos lo suficiente de los pequeños detalles y finalmente por más increíble que suene aquel viejo refrán de ‘uno no sabe lo que tiene, hasta que lo pierde’, después de todo lo vivido… es realmente acertado.