Los noticieros televisivos tienen un pequeño grupo de “expertos financieros” que circulan por todos los canales pontificando sobre tales o cuales medidas y dejando alelados a sus entrevistadores. Estos sumos sacerdotes de la economía usan la socorrida metáfora de la tienda de la esquina para ilustrar el problema de los ingresos y de los gastos concluyendo, siempre, inexorablemente, que es necesario que el Estado gaste menos y que se aprieten los cinturones de los sectores populares. Sólo de esta forma, nos dicen estos cansones predicadores neoliberales, la tienda podrá salir a flote. Febres Cordero utilizó esta muletilla en 1984 y, desde entonces, asesores sin imaginación y candidatos admiradores de ese ídolo absurdo también la han utilizado. Se trata, nos dicen estos reciclados expertos, de una cuestión de técnica económica que no puede ser debatida por su elemental claridad. Hay que generar ingresos y recortar gastos. Y así año tras año la falaz metáfora se infiltra en la sociedad hasta el punto de que no se cuestiona su evidente falsedad.
Los fines del Estado, desde luego, no son los fines de un negocio particular, por tanto, su mecánica económica tampoco puede ser la misma. La idea general de los Estados modernos gira alrededor del concepto de bienestar social que implica que los gobernantes abracen la creencia filosófica en la solidaridad como único medio de real convivencia humana. Por tanto, no creamos en los soberbios voceros del Sanedrín financiero que escamotean la realidad con tiendas ilusorias.