En la línea profesional que me desenvuelvo es cada vez más común encontrarse en la difícil situación de liquidar o cerrar sociedades. Es algo realmente triste pues el entorno empresarial y las leyes vigentes dicen enfocarse en lo contrario, en priorizar el camino para que sea más sencillo y más rentable desenvolverse en el medio y así fomentar la diversidad de la actividad comercial. Si bien, las barreras de entrada en efecto si se han simplificado, existen también barreras de permanencia que son un verdadero dolor de cabeza. La burocracia se infiltra en la forma menos camuflada y en términos de cumplimiento existe la necesidad fehaciente de un cambio en la norma, misma que ha estado ya en tiempo extra, obsoleta y ajena al contexto global de cambio.
Los análisis estadísticos que manejamos internamente en mis oficinas nos muestran como hace unos años con la entrada en vigencia de normativa que pretendía ser innovadora con el ingreso de las sociedades por acciones simplificadas (SAS) existió un pico considerable en el cambio y creación hacia estas figuras legales, muchos emprendedores vieron la simpleza como una oportunidad de ‘formalizar’ sus ideas, negocios o emprendimientos sin si quiera entender lo que esto involucraba en cuestiones formales de cumplimiento y tributación.
Ahora, vemos con pena que las estadísticas se invierten y el pico se dirige hacia cierre de compañías, problemas societarios o incumplimientos de obligaciones tributarias. En este último punto, señalando que ese proceso simplista para crear una sociedad, no es el mismo para el cierre. Todos son bienvenidos a entrar, y presentan al entorno junto con un abanico de posibilidades para el éxito financiero, sin embargo, no es así. Es urgente que se repiense la ley desde conceptos como la ‘softlaw’ o desde el derecho comparado tomando aquello que otros países han logrado hacer con éxito.
Darío Xavier Alejandro