Luego del triunfo de la democracia que apuró en el correísmo una indigestión política, vale referirse al proceso que preocupa a la ciudadanía.
El alcalde Franco Quezada Montesinos en la posesión de su cargo (mayo 2023) ofreció reconstruir Loja para que lo recuerden como “el mejor alcalde”. Antes de cumplir dos años de gestión ya está en trámite su remoción. Las causales por no ser tan precisas y convincentes han provocado el rechazo del burgomaestre quien culpa de “vago” al concejal proponente que impulsa el proceso legal que podría bajar del “altar” a la actual autoridad municipal.
Lo dicho por el alcalde sobre el adjetivo “vago” que se define como perezoso, poco trabajador, impreciso, lento, sin firmeza, holgazán, falto de experiencia y capacidad, etc., como que suena a justificación su falta de compromiso y acción haciéndonos pensar que existen “vagos” en la administración municipal, directores, jefes, concejales y el propio alcalde, quien al llegar a dirigir el futuro de la ciudad expresó que lo hará en sintonía con la realidad vecinal que necesita un cambio para su progreso y desarrollo. Dos años después, la obra pública municipal está con apatía, cuyo contagio ha llegado a varios concejales. Por ello el vecindario lojano considera que esta realidad debió ser la primera causal para la remoción, porque no habiendo resultados se dificulta la prosperidad y la felicidad colectiva.
Sin embargo, sondeos de opinión preguntan: ¿Conviene la remoción del alcalde de Loja? ¿Por experiencia no será el remedio peor que la enfermedad? ¿Qué ganaría Loja con la remoción? De repente el amor a la ciudad madre nos hace actuar sin linderos.
Al margen de la remoción, conviene recomendar al alcalde y concejales se dejen de “vaguerías” o apatías y se ocupen de dinamizar la obra pública olvidada, cuanto más que estamos con Presidente reelecto apoyado por miles de lojanos, y a cuyo gobierno tenemos que recurrir para levantar a la ciudad y provincia a la grandeza y trascendencia nacional.
Adolfo Coronel Illescas