Sumarios que anulan Constituciones, resoluciones que se bajan a presidenciables, y ofertas demagogas avisan que la democracia en el futuro solo será para quien pueda pagarla.
La impúdica vanidad de un gobernante ha sobrepasado todos los estamentos, la burocracia dejó de servir al público y ahora pretende servir a la nobleza de una estirpe. Con descaro se presionan a ejecutores a saltarse el debido proceso, en los medios se escucha a defensores, no de la verdad sino de la forzada presunción de cómo hacer las cosas.
Ministros y asambleístas del oficialismo son la encarnizada manifestación de cómo un humano cualquiera se vuelve servil al gobierno de turno. De la Policía y las Fuerzas Armadas ni qué decir, pues la costumbre inevitable los lleva defender obsecuentes a quien está por encima de ellos, y claro sabemos que el pueblo no lo es.
Y aunque mucho se diga que estamos al borde de una dictadura, o de un absolutismo fascista, yo sentencio que esto no es el borde, sino el inicio mismo de tal desastre.
Cuesta creerlo, pero mirando a tu alrededor verás que ya no existen correctos e incorrectos, hoy la valoración social se ha degradado a estar entre “buenos y malos”, o “antis y pros”, porque depende de quién valore, el otro siempre será un irreversible “ista” ya sea “nobo” o “corre”.
Estamos sumergidos en una ola de ilegalidad burocrática y administrativa, el respeto al debido proceso y la supremacía de la ley se los pasan por el forro (citando al ministro de gobierno). Las interpretaciones de la ley son cada vez más obscenas, con una falta de argumentación real que se caen en cualquier audiencia seria.
Hoy la democracia cayó y aunque te convoquen en febrero a ejercer tu voto, la democracia más depende de lo que suceda en cortes, consejos, palacios y asambleas.
Jorge Ochoa Astudillo
jorge8astudillo@gmail.com