Triste historia

En un ambiente de desconfianza e incredulidad de la mayoría del pueblo ecuatoriano, en relación con los gobiernos impuestos por los grupos hegemónicos del poder y la economía, Rafael Correa irrumpió en la política ecuatoriana y ejerció, por diez años, el poder político total en el Ecuador, en nombre de una «revolución ciudadana».

Durante una década, el expresidente tuvo las mejores condiciones para realizar una transformación del país; que, para mi modesto punto de vista, se resume en mejorar las condiciones de vida de toda la población, crear equidad social y espacial, así como fortalecer la democracia participativa como sistema político.

El gobierno de Correa tuvo recursos económicos como ningún otro (el precio de exportación del barril de petróleo sobrepasó los $ 140,00); no obstante, al final de su régimen, los indicadores económicos fueron pésimos. Basta revisar las cifras de los años 2016 y 2017 para desbaratar los «argumentos» del discurso mentiroso del correísmo y la cantaleta de la «década ganada».

En el ámbito político la situación fue peor. El expresidente concentró el poder e impuso el autoritarismo. La falta de control generó las condiciones para institucionalizar la corrupción y socavar los pilares morales de la “revolución ciudadana” y del gobierno que decía ser de «mentes lúcidas, corazones ardientes y manos limpias». Hoy su candidato Arauz intenta repetir esta triste historia, vamos a ver si el pueblo lo permite.

Gustavo Ortiz Hidalgo