Apacible, perseverante y amigable: esas fueron las principales cualidades que le permitieron a Don Polivio Troya Abad transitar por la senda terrenal durante 89 años, dejando una huella indeleble a través de su servicio, primero en el Subcentro de Salud y posteriormente en el Hospital de Amaluza. Desde su rol, trabajó con responsabilidad y mística, contribuyendo significativamente a la comunidad espindolense.
Su profundo amor por la tierra que lo vio nacer hizo que dedicara su vida con lealtad y fidelidad a esa campiña sublime, convirtiéndola en el lugar perfecto para descansar eternamente y emprender su viaje a la patria celestial, donde la felicidad, el sosiego y la paz perpetua lo esperan. Hoy, el coro de ángeles está de fiesta porque un nuevo integrante ha llegado, dispuesto a unirse en la fraternidad y carisma que siempre mostró en su paso por la vida terrenal.
Polivio Troya fue un ser humano que vivió lejos de la diatriba; por el contrario, su silencio, considerado una de las mejores virtudes en una persona, le permitió convivir en un ambiente de calma, armonía y fraternidad, tanto en su entorno familiar, vecindad y amistad. Su ejemplo será un bálsamo para mitigar la tristeza, nostalgia y melancolía causadas por su ausencia física.
Como buen católico, su despedida estuvo marcada por la presencia masiva de feligreses en la Iglesia San Bartolomé Apóstol de Amaluza, durante la misa de cuerpo presente, donde se resaltaron las virtudes de un caballero correcto y ejemplar.
A Don Polivio le deseamos un reconfortante viaje hacia la placidez. Que el Señor le conceda el descanso eterno y que la luz perpetua lo acompañe.
Sybel Ontaneda Andrade
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