Partidos y no personas

La sociedad moderna funciona como una estructura en la que el poder funge como una herramienta necesaria para el correcto funcionamiento de los estados y de la administración pública. Sin embargo, la historia nos ha demostrado repetidamente los peligros de otorgar poder sin control y sin una evaluación rigurosa de quienes lo reciben. El exceso de este, o el darlo a personas sin la capacidad moral para el buen uso, puede traer consecuencias nefastas para el contexto democrático mundial.

Pasemos a analizar desde una perspectiva local, los aconteceres recientes dentro de la política crearon figuras mesiánicas que cargaban en sus hombros la administración pública, misma que se tornaba más grande con la concentración de los otros poderes del estado de una forma totalmente anti democrática. Uno de los mayores riesgos al otorgar poder sin suficiente escrutinio es la corrupción. Cuando las personas no son adecuadamente evaluadas por sus mandantes antes de recibir poder, se abren puertas para abusos y malas prácticas que sumados a la falta de mecanismos de control y supervisión permite que individuos con intereses personales y agendas ocultas manipulen sus posiciones para beneficio propio.

¿Qué se puede hacer? Una de las alternativas es evolucionar en la forma de enseñar la política. Es crucial establecer criterios claros y transparentes para la selección de líderes. Esto incluye evaluaciones exhaustivas de antecedentes, competencias y valores éticos. Así como perseguir ideologías claras que deberán estar definidas en determinados partidos, donde además se encuentren las bases de la democracia que se pretende representar. Pues un partido político no es más que la voluntad del pueblo expresada y organizada. Por ende, deberán ser llamados por lo que son y no mostrarnos caras de personajes, sino, más bien, voces clamando fines en común.

Darío Xavier Alejandro Ruiz

darioalejandro9@gmail.com

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