La guerra es la forma más aterradora de dar la muerte a inocentes. Los pueblos en guerra jamás la eligieron y sus ciudadanos no tienen la posibilidad de decir ¡no! a los perversos deseos de quienes demencialmente quieren saciarse de sangre y poder
Esos inocentes que deberían estar labrando la tierra, leyendo un libro, tocando una guitarra, haciendo el amor y cuando sea mayores durmiendo en eterna paz bajo un árbol añejo. Esos pequeños casi niños, enrolados en la guerra, que apenas están empezando a vivir, de a poco, yacen muertos junto a un tanque de guerra de un lugar al que jamás eligieron acudir. No lo lloran sus verdugos, los llora su madre en algún pueblo pobre del mundo donde quizá, yendo la guerra lograba aplacar sus elementales carencias vitales.
Hay muchas historias conmovedoras y verdaderas, al nuestro alrededor, de quienes han tenido que huir de sus países. Aunque es complicado comprender, ponerse en el lugar o en los zapatos de los que sufren algo que yo no estoy sufriendo en carne propia, si imaginamos por un momento, que yo, mi familia, mis amigos, debamos huir de nuestras casas para salvar la vida, escondernos en túneles, debajo de un puente o en cualquier lugar que quizá nos libre de ser carne de misiles y bombas, comer escarbando en la basura, saber que abrazamos a un ser querido con una despedida que quizá para siempre, tener miedo, por lo que mañana será. Y hasta matar para que no nos maten.
La muerte en un contexto de guerra conduce a los mayores horrores de los cuales son capaces las personas, será siempre el desorden de las pasiones y la irracionalidad. Es el mal que políticamente se ha justificado.
La crueldad cometida, el mal desatado de cualquier lado que sea, nos confirman que las guerras son inevitables para nosotros los simples mortales y que somos las víctimas y que una guerra siempre será cruel.
Zoila Isabel Loyola Román
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