Celebrar los 200 años de la fecha más histórica y emblemática de Loja, su independencia decidida el 18 de noviembre de 1820, constituye la expresión del celo cívico del lojano y su compromiso con la proyección de nuevas metas y planes para engrandecerla.
Si hace 200 años nos tocó luchar por la libertad, en ese lapso de tiempo hemos luchado por distintas realidades para forjar un bello solar, que a pesar de los tiempos ha tenido que sobrevivir con la capacidad de resiliencia que es la cualidad que nos permite sobreponernos a la adversidad. Por eso encontramos hoy una Loja firme, con legítimo orgullo, imponente, guapa, creativa, laboriosa, culta, democrática, llena de atractivos, virtudes y cualidades, con pecados e inocente. Es que las ciudades como los hombres viven de los ideales de sus hijos y de sus pasiones propias, que han logrado involucrarse en el cambio.
Ha crecido su patrimonio debido al despertar animoso de sus instituciones, autoridades, alcaldes, cabildos y de quienes habitamos en esta “pequeñita ciudad” que ha contribuido con sus hombres prestigiosos y sus hechos relevantes al buen crédito del Ecuador. Falta destacar que el patriotismo, como identidad del lojano, ha sido el estímulo que ha impulsado el llamado tenaz de “inmortalizar la patria grande”.
La evocación del singular hecho histórico que hoy celebramos llama a la reflexión de todos, en particular de las nuevas generaciones, porque si el Bicentenario nos deja respuestas pendientes, serán los nuevos responsables del destino de la ciudad quienes deben escribir la nueva historia de Loja, que sigue teniendo sueños altos, ansias de un mejor progreso y desarrollo, de vivir, servir y también soñar. De aspirar a ver el amanecer todos los días.