Las apariencias

Recordando anécdotas de la juventud se me vino a la memoria un viejo adagio popular, muy pronunciado por nuestros padres y profesores, “Según cómo te vistes, te trata la gente”. En realidad, las exigencias y requerimientos para que se cumpla dicha enseñanza era drástica, nuestros padres desde muy temprano en la mañana se preocupaban de nuestra higiene personal, que la ropa este perfectamente limpia, planchada e impecable, para así, poder iniciar nuestro camino hacia la escuela o el colegio, sin olvidar la buena dosis de concejos y valores que cada día nos impartían, como regla en el núcleo familiar.

El asunto, no es que terminaba ahí, la revisión en la escuela e incluso en el colegio no se hacía esperar, pañuelo, peinilla y zapatos brillantes, eran exigidos como requisito para el ingreso al aula de clases, antes de iniciar la jornada educativa. A esto se sumaba hábitos disciplinarios y buenas costumbres como el saludo, el agradecimiento y por supuesto los números y las letras. Sin lugar a dudas sabias enseñanzas y concejos que han perdurado por toda nuestra vida.

En la actualidad el cambio es radical, las apariencias restan más que suman, si observamos la sociedad actual vive de apariencias superfluas, el buen pantalón, el más caro par de zapatos y la chaqueta más voluptuosa, son la carta de presentación del nuevo ciudadano, así carezca de lo más esencial, principios y valores.

Un buen terno, abre más puertas que una conciencia limpia y una buena educación. Solo imaginen ese ejército de burócratas que cada mañana se desplaza por las calles y pasajes de las ciudades aparentando Coco & Chanel y la pésima imagen de nuestras instituciones. A esto súmese que la peor delincuencia es la que mejor corbata lleva y viperina más larga ostenta.

Pablo Ortiz Muñoz

acuapablo1@hotmail.com