Una de las cosas que más desnaturaliza la naturaleza humana, en su complejidad, es el odio y la amargura que ciertos individuos destilan por doquier todos los días, en distintos medios y a través de todas las formas. Una de las causas más claras, en una sociedad como la nuestra, es la pasión política o, más propiamente, la baja pasión política (léase fanatismo). Porque hasta las pasiones pueden ser clasificadas en categorías. Y cuando estas personas generan resistencia por sus comportamientos u opiniones demasiado sesgadas o intolerantes, recurren al público vacío de las redes sociales. Porque solo ahí pueden explayarse sin la menor censura… Sus perfiles están llenos de vejámenes, memes absurdos o de “análisis” parcializados que solo demuestran lo infelices que pueden ser.
Entonces el odio y la amargura los consume, se vuelve su sangre, su asidero para emitir opiniones, criterios, dictámenes, inclusive sentencias (léase en sentido figurado) y todo lo que de ellos emane. Viven en una burbuja creyendo que tienen la razón absoluta y que el de otra corriente ideológica es un ser inferior por pensar diferente, o por estar en la orilla que ellos dicen odiar tanto. Entonces deciden romper relaciones con familiares, amigos, compañeros de trabajo, porque necesitan motivar aún más el odio y la amargura que les gobierna. Prefieren descender aún más al ostracismo y a la cloaca de su baja pasión, que intentar superarla. A veces sorprende el nivel al que pueden llegar. Un nivel de desadaptación, claro está. Pero de esos se cuentan en montones. Especialmente aquellos que por haber tenido acceso a educación formal o tener la capacidad de ensayar un escrito o una perorata, creen tener derecho a legitimar, con su odio y amargura, toda la verborrea que lanzan sin cansancio, como si no tuvieran más ocupación. ¿Cómo puede ser que algo tan vacío, tan superfluo, tan asqueroso como las bajas pasiones humanas los llene tanto? Quizá esas bajas pasiones sean la materia misma de lo que están hechos. Ahí sí no hay lugar a diferencias o confusiones porque evidentemente todo está fundido, podridamente fundido. Fetidez. Y apesta.
José Luis Íñiguez G.
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