La disputa del sentido común

Las batallas políticas no siempre se resuelven directamente en el campo electoral, porque la política no es una esfera que pueda mantener independencia de lo que sucede en la vida cotidiana de la gente. Somos un zoon politikón, y no podemos rehuir a esa condición. Es por eso que las disputas políticas deben leerse no solo desde la inmediatez coyuntural, ni desde la superficialidad, sino desde las condiciones estructurales y profundas que hacen posible la manifestación de ciertas prácticas, conductas, ideas, etc.

Toda época tiene su sentido común propio, generalizado, normalizado y socialmente constituido. Son todas esas formas en que pensamos, actuamos, respondemos, sentimos, reaccionamos: es la predisposición que tenemos frente al mundo y su acontecimiento. Ese conjunto amalgamado de significados, son los que nos hacen proclives a unas ideas y reacios a otras. Eso que constituye el sentido común de cada tiempo y de cada sociedad, no es de generación espontánea, no nace automáticamente en la cabeza de alguien y se reproduce de forma autónoma, sino que nace de sistemas de pensamiento, de bloques de poder que van —de manera progresiva e imperceptible para la mayoría— instalando ideas, valores, y prácticas que responden afirmativamente a sus propios intereses.

Esa batalla política por las ideas y por ocupar el sentido común de la gente, es parte de la disputa por la hegemonía política, que en el Ecuador de hoy —y lo digo no solo por los resultados recientes— responden a los grandes intereses de las corporaciones comunicacionales, económicas y políticas. En términos prácticos, responden electoralmente a la derecha ecuatoriana.

Pablo Vivanco Ordóñez

pablojvivanco@gmail.com

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