En tiempos donde la información es abundante, pero el conocimiento escasea, la ignorancia ya no es simplemente la ausencia de datos, sino el resultado de una estrategia deliberada. Se nos bombardea con noticias, titulares impactantes y debates superficiales que dan la ilusión de estar informados, cuando en realidad nos sumergen en una confusión permanente.
Isaac Asimov, en su ensayo El culto a la ignorancia, advertía sobre el peligro de equiparar la opinión sin fundamento con el conocimiento riguroso. Hoy, esa advertencia resuena con más fuerza que nunca en Ecuador y Latinoamérica, donde el acceso masivo a las redes sociales ha amplificado la manipulación mediática y la falta de pensamiento crítico. Se nos dice que la información es poder, pero ¿qué pasa cuando esa información es distorsionada, fragmentada o diseñada para entretener en lugar de educar?
La falta de ética y principios deontológicos en los medios de comunicación y la irresponsabilidad de los líderes de opinión han convertido el debate público en una feria de eslóganes. La verdad se ha convertido en un producto más, moldeado según intereses políticos y económicos. En Ecuador y en toda la región, vemos cómo la sobreexposición a datos inconexos impide la construcción de un pensamiento crítico sólido. Nos enfrentamos a una paradoja peligrosa: se exige justicia social y democracia, pero se desprecia el conocimiento y el análisis profundo, sustituyéndolos por narrativas simplistas que solo refuerzan prejuicios.
En este contexto, la ética social se vuelve indispensable. No se trata solo de garantizar el derecho a la información, sino de fomentar la capacidad de discernir, cuestionar y comprender. Solo así la democracia dejará de ser un espejismo y se convertirá en una verdadera herramienta de transformación social.
Álex Daniel Mora Arciniegas
alexmorarciniegas@gmail.com