Durante mucho tiempo se ha intentado medir la inteligencia, la creatividad, la sensibilidad, la comunicación bajo la misma regla, nos ha costado darnos cuenta como humanidad que la verdadera riqueza está en la diversidad.
El autismo nos invita a mirar más allá de las apariencias, a comprender que existen infinitas maneras de pensar, sentir y actuar. Cada viajero de este hermoso universo sensorial es único, con matices, colores y formas propias de habitar el mundo, no necesitan ser arreglados, necesitan ser comprendidos, estos corazones neurodiversos nos enseñan una nueva forma de sentir el mundo.
La neurodiversidad nos recuerda que la vida no es una sola melodía, es más bien una sinfonía de ritmos, tonos y silencios, es una invitación para que, en lugar de temer las diferencias, las celebremos, para que entendamos que cada mirada que se desvía, cada palabra que tarda en llegar, cada gesto que no sigue un guion esperado, lleva consigo una historia, una forma de amar, una verdad profunda.
Cuando elegimos abrir los ojos y el corazón, descubrimos que hay belleza en la manera distinta de ver un atardecer, de resolver un problema, de expresar cariño. La inclusión real no se trata solo de aceptar, sino de abrazar las diferencias como un regalo que nos enriquece a todos.
Aprender a mirar con respeto, a reconocer la belleza en lo diverso es una forma de honrar a quienes son diferentes, es una forma de descubrirnos a nosotros mismos, es un acto de amor.
Patricia Carrión Pilco
patbethc@hotmail.com